Vivimos una era privilegiada.
Nunca en la historia de la humanidad hemos tenido acceso a tanto conocimiento
así como a tantos medios para alcanzarlo. Nunca como hoy hemos tenido tantos
recursos para innovar en las empresas y a la vez para comunicarnos y comunicarlo.
Contrario a ello, muchas empresas y personas suelen indicar no tener el
suficiente tiempo y capacidad para poder gestionar dicho conocimiento así como para
descubrir y gestionar el talento de sus colaboradores lo cual se traduce en el
cumplimiento de las labores pero no en sacar el mayor potencial de las
personas.
Según diversos estudios, las
máquinas y robots van a desplazar dentro de muy pocos años al 50% de la masa
laboral. Si bien dicho reemplazo reduciría costos, tiempos y procesos dentro de
las empresas hay algo que como seres humanos poseemos y que nunca podrá ser
reemplazo por ninguna máquina ni robot, marcando con ello la diferencia entre
las empresas: las relaciones humanas, el talento, el generar empatía y expresar
nuestras emociones a través de nuestros sentidos, así como nuestra capacidad
para innovar y crear. A diferencia de las máquinas que pierden vigencia, se
deprecian y se reemplazan, el cerebro humano y sus neuronas no solo no se
deprecian sino que mientras más se le estimule mayor vitalidad tendrá a pesar
del paso de los años.
Para crecer, como empresa y como
personas necesitamos estimular y gestionar esta parte creativa y humana,
estimular la creatividad y la innovación de las personas, descubrir y/o
redescubrir su talento y poner el foco en la empatía y en las relaciones
humanas tanto de nuestros clientes internos como de los externos.
A diferencia del personaje de
Charlie Chaplin en el bello film de los años 30: “Tiempos Modernos” el cual
sufre serios problemas psicológicos al trabajar durante largas jornadas laborales
realizando las mismas acciones repetitivas durante años, ya no estamos en
la era industrial, ni quiera estamos en la era del conocimiento pues esta ya se
ha instaurado en nuestras vidas para no irse más. Estamos en la era de la
gestión del conocimiento y el talento de las personas, en la era del cómo hago
yo como persona y como empresa para seleccionar, gestionar y potenciar dicho
conocimiento y talento para hacerlo relevante tanto a la empresa como a
la vida de cada persona.
Poseer títulos, maestrías o
cursos de capacitación mide los conocimientos más no el talento de las
personas. Tener experiencia para el puesto tampoco garantiza el que la persona
sepa integrarse positivamente dentro de la empresa o compartir sus valores. El
saber gestionar el conocimiento, el poseer habilidades sociales dentro y fuera
al ámbito laboral, el apreciar la pasión con que la persona realiza su trabajo
son tan o más importantes como la experiencia o los estudios académicos.
Raquel Roca, periodista española, tanto en
su libro Knowmads como en sus
artículos, entrevistas y conferencias suele decir algo muy cierto: "Hasta ahora los trabajadores hemos sido operarios. Las empresas
buscaban rendimiento, funcionalidad… Se dejaba de lado la parte humana. Por fin
llegamos a un momento en el que las nuevas tecnologías nos permiten tener al
ser humano en el centro, por ejemplo flexibilizando los horarios a través del
trabajo en virtual" y es cierto. Cada día es una realidad en nuestra sociedad que los
“beneficios laborales” o “salariales” son y serán cada vez más insuficientes
para retener el talento. Para aquellas personas cuya visión de las empresas y
los negocios ya no están enmarcadas en la era industrial sino en la era de la
gestión del conocimiento, el tener la libertad para crear e innovar, no
disponer de un horario fijo (ni siquiera de un centro laboral o espacio físico
fijo) y ser valorado en base a resultados y no en base a horas trabajadas ni
tiempos será fundamental. Ya no necesitamos únicamente de salarios económicos
sino necesitamos salarios emocionales, ya no necesitamos premios y/o castigos,
necesitamos encontrar un sentido a lo que hacemos y que este tenga sentido y
sea reconocido y valorado en las demás personas.
Aquellos nuevos trabajadores ya
no se limitan en tiempo, son autodidactas, les encanta el conocimiento y no
limitan ello a una sola área sino que la expanden, no tienen miedo a
equivocarse y toman los errores como aprendizajes y como parte del crecimiento.
Aquellas personas viven y se estimulan de las relaciones humanas y la libertad,
no son celosos en ocular su conocimiento sino que lo comparten y
retroalimentan: viven desde la abundancia.